La voz de Mona Hatoum

Mona Hatoum (1952) estaba con su familia en Londres cuando estalló en 1975 la guerra civil en su tierra natal, Líbano. Obligada a quedarse a vivir en Gran Bretaña (donde aún reside), con el tiempo se convirtió en una de las creadoras más relevantes del arte contemporáneo. Pero nunca olvidó sus orígenes palestinos. Su experiencia cultural híbrida se refleja en la diversidad de su trabajo: instalaciones, vídeos y performances que hablan de conflictos políticos, migratorios y sociales. Para Mona el mundo es una tierra extranjera.  

 

Con un lenguaje poético y radical, su carrera comenzó en 1980 con performances y vídeos en los que el cuerpo era el medio de expresión. “Como estudiante, tenía impaciencia por usar las formas de rebeldía contra el establishment. Quería hacer obras que fuesen como una protesta directa, visual, y la performance tenía esos elementos”.

 

Duchamp fue uno de sus referentes. “El hecho de que Duchamp utilizara el pensamiento, no algo que le guste al ojo, me impresionó. Me interesó el arte conceptual y el minimalismo. Disfruto mucho con los títulos con doble significado y es algo que descubrí con Duchamp y su gimnasia mental”.

 

Desde inicio de los 90’, su trabajo artístico se desarrolló a través de instalaciones a gran escala que buscan involucrar al espectador en emociones contradictorias: deseo y la repulsión, miedo y fascinación. La artista utiliza el recurso de la transformación de lo familiar y lo cotidiano. Objetos domésticos como sillas, mesas, utensilios de cocina se convierten en extrañas y amenazadoras metáforas surrealistas: “A través de mi obra, que cada uno piense lo que significa”.

 

Sus obras, sin embargo, suelen ser sencillas y directas. “La gente no me cree cuando digo que muchas veces me lanzo a hacer cosas sin pensarlo demasiado. Las ideas vienen después. Con frecuencia me digo, voy a hacer tal cosa. Y luego funciona. No elaboro necesariamente el concepto antes de la obra”.

 

Mona Hatoum usa con frecuencia los mapas en sus piezas, recordándonos la fragilidad e inestabilidad del planeta, de sus fronteras, de los países que lo componen, así como algunas de sus más terribles perturbaciones.

En Museo Artequin Viña del Mar puedes ver una reproducción de su obra “Bukhara (red)” (2007), una alfombra de estilo persa, similar a las que amueblaron el hogar de su infancia. En ella algunas zonas se han eliminado como si una polilla se la hubiera comido formando la proyección de un mapa mundial que reescala los continentes de acuerdo con sus verdaderas proporciones: el hemisferio Norte tiene una dimensión menor que la de África y América del Sur. 

 

Mira acá la columna publicada en La Estrella de Valparaíso: http://estrellavalpo.cl/impresa/2019/12/16/full/cuerpo-principal/31/